La aparición de nuevas empresas en el campo de la ortodoncia invisible suele venir acompañada de nuevos materiales, protocolos o estrategias biomecánicas que buscan un enfoque alternativo con el que mejorar el funcionamiento de los alineadores y corregir de forma más eficiente las maloclusiones a las que nos enfrentamos día a día.Dentro de estas maloclusiones, hay una que destaca por su complejidad: los casos con extracciones. Este tipo de tratamientos suponen un reto para cualquier profesional que decida enfrentarse a ellos con ortodoncia invisible. Por ello, algunas compañías han propuesto “trasladar” los conceptos utilizados en ortodoncia clásica (brackets) al tratamiento de alineadores, intentando así mejorar la predictibilidad de los movimientos en masa y lograr cerrar los espacios con menos complicaciones y efectos indeseados.
Siendo fieles a nuestro espíritu crítico, la primera duda que nos surge al escuchar esta propuesta es: ¿podrán los alineadores conseguir los mismos movimientos que los brackets? Veamos el análisis biomecánico.
¿Para qué enderezamos los molares antes de mesializarlos?
Esta idea, explicada por algunos ortodoncistas clásicos como Mulligan o Burstone, se basa en modificar la posición y la inclinación radicular de los molares, pivotando alrededor de su centro de resistencia, antes de realizar cualquier otro tipo de movimiento. El objetivo de esta preparación es mejorar el control del movimiento en masa de estos dientes al ubicar sus raíces en una posición correcta respecto al hueso alveolar.
Recordad, no se trata solo de enderezar la raíz desde el plano sagital (tip), sino de conseguir un torque correcto para reducir el contacto con las corticales externa e interna.
Los aparatos de ortodoncia tradicionales, al estar fijos en los dientes, pueden aplicar diferentes niveles de fuerza en función de los arcos que utilicemos, lo que permite trabajar con esta mecánica sin riesgo alguno de desajuste. Sin embargo, al trasladar este concepto a los alineadores, podremos tener…
Limitaciones biomecánicas
Los movimientos radiculares con alineadores, especialmente en la zona posterior, donde solemos encontrarnos con coronas más pequeñas y/o menos retentivas, son un tipo de movimiento con una predictibilidad muy baja. Esto se debe principalmente a dos factores:
- La elevada fuerza necesaria: El movimiento de enderezamiento molar, que implica un porcentaje de movimiento coronodistal y otra parte de radiculomesial, exige aplicar fuerzas elevadas para conseguir desplazar la raíz (mayores cuanto mayor sea el % de movimiento radiculomesial). Los alineadores, por su naturaleza flexible, van a tener una capacidad limitada para generar fuerzas muy elevadas sin riesgo de desajuste.
- El carácter removible del sistema: Al ser removibles, los alineadores dependen en gran medida de la cooperación del paciente y pueden perder eficacia por desgaste o mal ajuste, lo que dificulta mantener fuerzas constantes y controladas durante el tiempo requerido para movimientos complejos.
Estas limitaciones biomecánicas hacen que el enderezamiento radiculomesial con alineadores sea un movimiento que, en la gran mayoría de casos, va a necesitar de técnicas auxiliares para conseguirse.
Remodelación ósea durante el enderezamiento radicular: un análisis crítico
Durante el proceso de enderezamiento radicular, presuponiendo que el diente va a pivotar sobre su centro de resistencia, vamos a encontrar:
- En la zona más coronal del hueso mesial, donde se genera tensión, ocurre aposición ósea, es decir, la formación de hueso nuevo. Este hueso recién formado está menos mineralizado y, por tanto, presenta menor resistencia mecánica.
- En las zonas de mayor compresión, se produce la reabsorción ósea necesaria para permitir el desplazamiento radicular.
Esta aposición ósea, lejos de “fortalecer” inmediatamente la estructura, crea una zona de hueso más débil. Si intentamos mesializar en masa el diente justo después de haberlo enderezado, esta área de menor resistencia actúa como una vía preferente para el movimiento. Como consecuencia, el molar puede tender a desplazarse hacia esa zona y volver a inclinarse, complicando el control del movimiento.
Si estamos trabajando con ortodoncia fija, este inconveniente no será tan evidente, ya que un arco de acero con suficiente grosor controlará el problema. Sin embargo, con alineadores, los aparatos no tienen tanto control sobre los molares, lo que aumentará el riesgo de complicaciones y hará más evidente la poca utilidad de dicho protocolo.
Conclusiones
Viendo este análisis, podríamos deducir que, para poder aplicar esta estrategia con alineadores y tener ciertas posibilidades de éxito, tendríamos que esperar al menos 3-4 meses hasta que el hueso neoformado a mesial de las raíces de los molares se mineralice y ejerza la misma resistencia al movimiento que el resto de la superficie ósea en contacto con ellas. Parece que, después de todo, puede ser buena idea intentarlo.
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